La victoria electoral de Rodrigo Paz Pereira, candidato del Partido Demócrata Cristiano (PDC), marca el inicio de una nueva etapa política en Bolivia tras casi veinte años de dominio de los gobiernos de izquierda encabezados por el Movimiento al Socialismo (MAS).
Con el 54,6 % de los votos frente al 45,4 % obtenido por Jorge “Tuto” Quiroga, Paz logró imponerse en la segunda vuelta presidencial, capitalizando el desgaste del modelo político y económico instaurado desde la llegada de Evo Morales en 2006 y continuado por Luis Arce.
El nuevo mandatario, que asumirá el cargo en noviembre, prometió “un gobierno de unidad y reconstrucción” y aseguró que buscará “abrir Bolivia al mundo sin dejar a nadie atrás”. En su discurso de la noche electoral, Paz subrayó que su prioridad será reactivar la economía, golpeada por la escasez de divisas, el aumento del déficit fiscal y la caída en la producción de hidrocarburos.
Analistas coinciden en que su triunfo refleja el agotamiento del modelo nacional-popular basado en el control estatal, los subsidios y la redistribución vía renta gasífera. Paz apostó durante su campaña por un discurso de “capitalismo para todos”, que busca combinar estímulos al sector privado con políticas de inclusión social y descentralización del presupuesto público.
El presidente electo, hijo del histórico dirigente político y exalcalde de Tarija, Jaime Paz Zamora, se presenta como una figura de centro moderado. Su propuesta logró atraer tanto a votantes desencantados del MAS como a sectores independientes que reclaman eficiencia y transparencia.
A pesar de su victoria, el nuevo gobierno enfrentará un Congreso dividido, lo que lo obligará a negociar alianzas para impulsar sus reformas. Además, deberá responder a las demandas de movimientos sociales e indígenas que, aunque debilitados, continúan siendo una fuerza política clave en el país.
Desde una lectura regional, la llegada de Rodrigo Paz al poder refleja una reconfiguración del mapa político sudamericano, donde varias naciones experimentan un retroceso de los gobiernos progresistas y un avance de opciones de centro o derecha en medio de la crisis económica y el desencanto ciudadano.