Con actos organizados en escuelas de todo el país, el Ministerio de Educación (MINED) dio por iniciado este 20 de octubre el proceso de matrícula escolar 2026. En Chinandega, autoridades locales, padres de familia, docentes y estudiantes participaron en ceremonias cargadas de mensajes optimistas sobre el llamado “pan del saber”, mientras la realidad del sistema educativo continúa marcada por la precariedad.
“Esto se realiza porque necesitamos asegurar todas las condiciones necesarias, que tiene que ver con pupitres, merienda escolar, libros de texto, preparación y contratación de maestro”, declaró Yuribeth Maldonado, delegada departamental del MINED en Chinandega.
Sin embargo, los problemas que menciona la funcionaria son los mismos que desde hace años afectan a la educación pública: aulas deterioradas, falta de mobiliario y sobrecarga laboral de docentes con salarios insuficientes. Pese al discurso de “educación gratuita y de calidad”, la inversión pública en infraestructura escolar sigue siendo deficiente y la calidad educativa continúa en descenso.
El Ministerio informó que el periodo de matrícula se extenderá del 20 de octubre al 27 de noviembre, con la meta de inscribir a 1 millón 800 mil estudiantes. No obstante, detrás de esa cifra, el país enfrenta una creciente deserción escolar y un sistema que no garantiza igualdad de oportunidades, especialmente en zonas rurales donde los niños caminan kilómetros para asistir a clases o donde los docentes carecen de materiales básicos.
“Esto es necesario, los niños tienen que estudiar, esto es su futuro”, dijo Maritza López, madre de familia, reafirmando un compromiso que hoy recae más en las familias que en las instituciones. Muchos padres asumen los costos de uniformes, útiles y transporte, mientras el Estado insiste en mantener una narrativa triunfalista sobre la gratuidad.
En Chinandega, la alcaldesa Aura Lila Padilla repitió el discurso oficial sobre “educación gratuita y de calidad”, sin mencionar los bajos presupuestos municipales para reparar escuelas ni la falta de políticas reales para mejorar la formación docente. La educación, convertida en uno de los principales instrumentos de propaganda del régimen Ortega-Murillo, se presenta como un logro nacional mientras los indicadores reales siguen mostrando retroceso.
La educación pública nicaragüense necesita más que actos simbólicos: requiere inversión sostenida, transparencia en la gestión de recursos y un compromiso real con la calidad. De lo contrario, el llamado “pan del saber” seguirá siendo un eslogan vacío frente al hambre de conocimiento y de futuro que vive la niñez del país.