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Remesas récord en Nicaragua: un salvavidas para familias mientras Ortega-Murillo mantienen un pulso autoritario y una economía débil

Nicaragua está viviendo un fenómeno económico inédito: 1,943 millones de dólares en remesas durante los primeros cuatro meses de 2025, un crecimiento del 22.2% que supera cualquier expectativa. Pero detrás de esta cifra histórica late una realidad compleja que no se puede entender sin poner el foco en el régimen de Daniel Ortega, cuyo gobierno autoritario ha dejado a la economía nacional en una encrucijada y a miles de familias aferradas a la ayuda de sus migrantes.

Las remesas no son solo dinero que llega desde Estados Unidos, Costa Rica o España; son el reflejo del éxodo masivo provocado en gran parte por las políticas represivas, la crisis política y la falta de oportunidades que caracterizan al régimen de Ortega. Mientras la diáspora sostiene a sus familias enviando divisas, el gobierno orteguista mantiene un control férreo sobre la economía y la sociedad, limitando el desarrollo real y atrapando al país en un círculo vicioso de dependencia externa y aislamiento.

La escalada de represión política desde 2018, la censura, la persecución de opositores y la crisis de derechos humanos han provocado una migración constante que, paradójicamente, es la que hoy alimenta el motor económico a través de las remesas. Pero este flujo no es un indicador de salud económica genuina; es un parche, un salvavidas que mantiene a flote a millones, mientras las estructuras internas siguen frágiles y dependientes de un régimen que prioriza el control político sobre la apertura económica y la inversión real.

El Banco Central reporta que el crecimiento de las remesas fortalece sectores como comercio y construcción, pero esta “inyección” es superficial. La verdadera tarea pendiente es desmontar las barreras que impone el régimen para fomentar la creación de empleos dignos y garantizar un ambiente de respeto a los derechos fundamentales, sin los cuales ningún desarrollo sostenible es posible. Mientras Ortega mantiene su pulso autoritario, la economía nicaragüense queda a merced de la volatilidad internacional y del vaivén de las remesas.

Además, la dependencia en estas transferencias hace a Nicaragua vulnerable. Si Estados Unidos o Costa Rica enfrentan crisis económicas o endurecen sus políticas migratorias, el país sentirá un golpe directo, porque el régimen no ha construido un sistema económico sólido que funcione con o sin remesas. Y mientras esto sucede, la brecha social se profundiza, y la población más vulnerable sigue siendo la más afectada.

Los nicaragüenses en el exterior, lejos de ser solo remitentes de dinero, son también voces que exigen cambios. Su apoyo económico va acompañado de un clamor por justicia, democracia y respeto a los derechos humanos, que el régimen Ortega ha ignorado sistemáticamente. En ese sentido, las remesas son un acto de amor y supervivencia, pero también un espejo de la crisis estructural que vive el país.

En conclusión, las remesas récord son un alivio para miles de familias, sí, pero también un llamado urgente a repensar el modelo económico y político que mantiene a Nicaragua atrapada. La verdadera transformación llegará cuando el régimen permita la libertad, el diálogo y el desarrollo equitativo, para que el país no dependa únicamente del dinero que llega de fuera, sino que pueda construir un futuro propio y soberano.

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