Un año más, el régimen sandinista desempolva su Plan Nacional Interinstitucional «Invierno Seguro 2025», esa promesa reciclada de proteger a la población cuando el invierno golpea con fuerza. Y sí, otra vez dicen que todo estará bajo control. Pero la realidad se impone con botas mojadas y techos que gotean: las lluvias siguen siendo una sentencia para miles de familias nicaragüenses.
Un país que se inunda de excusas
La historia es vieja, pero cada año se siente como nueva tragedia. Llega el invierno y con él, el caos: calles sumergidas, negocios ahogados, familias corriendo con lo poco que les queda. Managua, Matagalpa y otras ciudades ven repetirse la pesadilla como si la infraestructura estuviera hecha de papel mojado. ¿Y el famoso “plan”? Se convierte en un desfile de promesas huecas.
El 30 de septiembre de 2024, Matagalpa fue un ejemplo claro: más de 78 negocios y 25 viviendas sufrieron daños por lluvias intensas. No fue un evento sorpresivo. Era previsible. Pero en un país donde la inversión pública prioriza el control político antes que el bienestar ciudadano, las obras que podrían evitar estos desastres siguen ausentes, mal hechas o simplemente abandonadas.
Vivir con miedo al agua
Para la gente de a pie, el invierno no es solo una estación: es una lotería de tragedias. No se trata solo de agua entrando a la casa, sino de la angustia constante de saber que año tras año, el Estado no está del lado de los más vulnerables. Mientras el régimen se llena la boca hablando de “prevención”, las familias se llenan de lodo, pérdidas y desesperanza.
¿Hasta cuándo vamos a aceptar que la lluvia sea excusa para la negligencia?