Esta semana, la dictadura Ortega-Murillo inauguró con bombos y platillos el Estadio de Fútbol Vidal Alejandro Alonso Hernández en Chinandega. Una obra que, según los discursos oficiales, “cambia el rostro del deporte en el occidente del país”. Con graderías techadas, pista de atletismo, gimnasio y sistema de iluminación de primer mundo, todo bajo estándares FIFA, el estadio costó 275 millones de córdobas. Es, sin duda, una infraestructura moderna. Pero la pregunta es inevitable: ¿era esto lo que más necesitaba Chinandega?
Cualquiera que haya caminado por los barrios de Chinandega sabe que las calles están llenas de baches, hay zonas sin pavimentar, problemas persistentes con el agua potable, fallas en el alumbrado público y servicios de salud que apenas sobreviven con lo básico. Frente a esa realidad, la inauguración de un estadio con capacidad para apenas 1,200 personas —en una ciudad de más de 130 mil habitantes— parece más un gesto simbólico para la foto que una verdadera respuesta a las necesidades del pueblo.
Claro que el deporte es importante. Promueve salud, integración social y ofrece oportunidades para jóvenes talentos. Pero cuando se invierten casi 300 millones de córdobas en cemento y graderías mientras miles de familias caminan sobre el lodo o se las ingenian para recibir atención médica digna, el mensaje que se transmite es claro: las prioridades no están donde deberían.
Este tipo de megaobras suelen venir acompañadas de discursos nacionalistas, del relato del “progreso”, del supuesto compromiso con la juventud. Pero lo que muchas veces esconden es una gestión pública más preocupada por la propaganda que por el bienestar integral de la gente. ¿Cuántos centros de salud podrían haberse rehabilitado con esa inversión? ¿Cuántas calles pavimentadas? ¿Cuántas escuelas mejor equipadas?
Además, hay que preguntarse: ¿qué tan sostenible es esta inversión? ¿Habrá presupuesto y voluntad política para mantener el estadio en buen estado? ¿O dentro de pocos años será otro “elefante blanco”, como tantas otras obras olvidadas tras la foto inaugural?
Chinandega merece inversión, claro que sí. Pero merece inversión con visión social, con participación ciudadana, y con prioridades claras: calles transitables, acceso digno al agua, salud, educación y seguridad. El estadio puede esperar. La dignidad de las y los chinandeganos, no.